LA OVEJA PERDIDA
Esta parábola claramente ilustra el cambio hacia el bien y la salvación de la gente tan largamente esperada, cuando el Buen Pastor, Unigénito Hijo de Dios, viene al mundo, para encontrar y salvar Su oveja extraviada - o sea, a la humanidad inundada en los pecados. La parábola sobre la oveja extraviada, así como las otras dos siguientes parábolas, fueron pronunciadas en respuesta a las protestas de los judíos escribas llenos de maldad, que acusaban a Cristo por Su compasión hacia los pecadores muy conocidos. Y Se llegaban a él todos los publicanos y pecadores a oírle. Y murmuraban los Fariseos y los escribas, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Y él les propuso esta parábola, diciendo:
"¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a la que se perdió, hasta que la halle? Y hallada, la pone sobre sus hombros gozoso; Y viniendo a casa, junta a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: Dadme el parabién, porque he hallado mi oveja que se había perdido. Os digo, que así habrá más gozo en el cielo de un pecador que se arrepiente, que de noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentimiento" (Luc. 15:1-7).
Los orgullosos y engreídos escribas judíos esperaban que el Mesías vendría para establecer un reino glorioso y poderoso y ellos asumirían con él el poder. Ellos no comprendían que el Mesías antes que nada es el Pastor Celestial y no un gobernador terrenal. Él vino al mundo para salvar y devolver el Reino de Dios para todos aquellos que se consideraban perdidos. En esta parábola podemos notar que el pastor no castigó a la oveja y no la corrió a su rebaño debido a su culpabilidad, sino, compasivamente la tomó sobre sus hombros y la trajo a su lugar. Este ejemplo simboliza la salvación de la humanidad por medio de los sufrimientos y muerte de Jesucristo en la cruz, tomando y purificando nuestros pecados. Desde ese momento la fuerza redentora, por medio de Sus sufrimientos, otorgó la posibilidad de renovarnos moralmente, devolviéndonos la virtud y la bienaventurada comunión con Dios que habíamos perdido.
LA SEMILLA QUE CRECE INVISIBLEMENTE
"Así es el Reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga; y cuando el fruto esta maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado" (26-29).
Como la planta que nació de la semilla, se somete a diferentes estados de crecimiento y desarrollo, de la misma forma es la persona que aceptó la enseñanza de Jesucristo. Luego, una vez bautizada, por medio de la intervención de la gracia de Dios, gradualmente se renueva interiormente y crece. Al principio del camino espiritual, tenemos la impresión que nosotros estamos llenos de impulsos buenos, los cuales a primera vista parecen ser fructuosos, pero al mismo tiempo, en el hecho son inmaduros, como los brotes jóvenes de una planta. El Señor no subyuga la voluntad de la persona con Su fuerza todopoderosa, pero le da tiempo para que ella pueda enriquecerse por medio de la fuerza de Gracia, fortaleciéndose en la virtud. Únicamente una persona espiritualmente madura es capaz de ofrecerle a Dios el fruto perfecto por medio de las acciones buenas. Cuando Dios ve que la persona se estableció espiritualmente y maduró, la lleva de este mundo, lo que significa en la parábola: "la cosecha."
Siguiendo el precepto de esta parábola sobre la semilla que crece invisiblemente, debemos aprender a ser tolerables con respecto a las imperfecciones de la gente con la cual nos contactamos, debido a que todos nosotros nos encontramos en el proceso de desarrollo espiritual. Algunos consiguen la madurez espiritual antes que otros.
EL RICO INSENSATO
"Y refirióles una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había llevado mucho; Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿qué haré, porque no tengo donde juntar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis alfolíes, y los edificaré mayores, y allí juntaré todos mis frutos y mis bienes; Y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; repósate, come, bebe, huélgate. Y le dijo Dios: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has previsto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios" (Luc. 12:16-21).
Esta parábola fue pronunciada con la intención de prevenir a la gente de no acumular los bienes terrenales, "porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee," o sea, al hombre no se le agregará más años de vida por la simple razón de que él es rico. La muerte es temible especialmente para aquellos, los que nunca piensan en ella y no se preparan para recibirla: "Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma." Las palabras "rico en Dios," significan las riquezas espirituales. Más detallada es la descripción sobre las riquezas espirituales en la parábola de los talentos y las diez minas.
EL TESORO ESCONDIDO EN EL CAMPO
Esta parábola habla sobre la inspiración y la alegría, la cual la persona debe experimentar cuando su corazón roza con la gracia de Dios. Siendo reconfortado y alumbrado por Su gracia, la persona ve claramente en sí todo el vacío y toda la pobreza de las cosas materiales.
"El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ellos va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo" (Mat. 13:44).
La gracia de Dios es un verdadero tesoro, y si este tesoro se compara con los bienes materiales, los últimos son realmente pobres o "basura," como se expresó San Paulo. Sin embargo, así como es imposible para la persona recibir el tesoro sin haber antes vendido sus bienes y con el dinero ganado comprar aquel campo donde este tesoro está escondido, de la misma manera no es posible recibir la gracia de Dios, hasta que la persona no tome la decisión de sacrificar todos sus bienes materiales. Por la gracia que se ofrece por medio de la Iglesia, la persona debe sacrificar todo lo que posee: sus ideas preconcebidas, el tiempo libre y la tranquilidad, los éxitos de la vida y los placeres. De acuerdo a la parábola, el que encontró el tesoro, lo guardó para que otros no se los roben. De la misma forma debe obrar el miembro de la Iglesia que recibió la gracia de Dios, se debe guardar con cuidado sin enorgullecerse por tenerla, para que por causa del orgullo, no perderla.
El Señor nos da una enseñanza completa y armoniosa sobre las condiciones internas y externas en cuanto a la distribución del Reino bendito de Dios entre la gente. En la parábola sobre el sembrador se habla de la necesidad de purificar o liberar nuestros corazones de las atracciones mundanas, para hacerlos susceptibles a la palabra del Evangelio. En la parábola sobra la cizaña, el Señor nos previene de esa invisible y malvada fuerza, la cual conscientemente y con mucha astucia siembra las tentaciones dentro de la gente.