Una pasión Es un deseo intenso que satura cada aspecto de la vida, y que nos impulsa a buscar con afán un objetivo. La pasión por Dios es una actitud hacia el Señor Jesucristo que comienza con la salvación, y que se espera se fortalezca a lo largo de toda la vida. Como creyentes, podemos llegar a sentirnos espiritualmente complacientes con nosotros mismos, contentos de saber que iremos al cielo. Pero si dejamos que el conformismo religioso domine nuestro pensamiento, no habremos entendido nada de lo que significa la vida cristiana. Jesús nos salvó para que Él pudiera vivir en y a través de nosotros, para que dejáramos una huella en las demás personas de este mundo. Un ejemplo de esto es el apóstol Pablo, cuya pasión por el Señor fue tan grande que todos sus logros y todo lo que tenía, llegaron a parecerle basura (Fil. 3:8).
Pasión por conocerle Si alguien nos preguntara: "¿Quién es Jesucristo?", ¿qué responderíamos? ¿Mencionaríamos los hechos que conocemos: el Hijo de Dios, el Salvador, nacido de una virgen, crucificado, sepultado y resucitado? ¿O podríamos hablar de una percepción de Jesucristo desarrollada a partir de una íntima experiencia con Él? Mi abuelo impactó significativamente mi vida. Yo le escuchaba hablar de su relación con Cristo, y recuerdo que pensaba para mí mismo: Señor, ¿puedo llegar a conocerte de la misma manera que él te conoce a Ti? ¿Podré alguna vez hablar de Ti y contigo como lo hace mi abuelo?
No podemos apasionarnos por Alguien que no conocemos; por eso, usted tiene que leer y estudiar la Biblia, donde Dios nos da una imagen íntima de Sí mismo. Medite en Su Palabra, y dedique tiempo a la oración y a la adoración a Cristo. Vaya más allá de solo pedir cosas; simplemente esté a solas con el Señor para hablarle y escucharle, aunque al principio parezca que Él no le está diciendo nada.
La única manera de saber cómo actúa Dios, es confiando en Él y obedeciéndole cuando nos dice que hagamos algo. Debemos observar con mucho cuidado, y tomar nota de lo que el Señor hace cuando le obedecemos. Si queremos aprender cómo es Dios, tenemos que observar con detenimiento cómo actúa Él en nuestra vida y en la vida de los demás. Las personas que nos rodean, con las que trabajamos y tenemos compañerismo, son todas lecciones prácticas potenciales para conocer a Cristo.
El observar a Dios actuando a nuestro alrededor, nos enseñará a buscar evidencias de Cristo en todas las circunstancias. A veces no entendemos lo que vemos; el volvernos a la oración y a la Palabra de Dios siempre nos proporcionará claridad.
Si queremos tener una pasión por conocer a Dios que sustituya cualquier otro deseo, debemos estar dispuestos a desechar cualquier cosa en la vida que se oponga a nuestro amor, fidelidad y devoción al Señor. No podemos vivir en pecado y conocer a Cristo; nuestra vida debe estar en completo sometimiento a Su señorío.
Pasión por obedecerle. ¿Ha dicho usted alguna vez: "Señor Jesús, elijo ser obediente a Ti a pesar de las consecuencias?" ¿O es una de esas personas que simplemente dice: "Quiero obedecer a Dios"? El querer obedecer, y hacer el compromiso de cumplirlo, son dos cosas completamente diferentes. Podemos hacer reiteradas decisiones de ser obedientes, sin tomar definitivamente la resolución de obedecer, pase lo que pase. La pregunta final que gobierna nuestro pensamiento es: "¿Qué quiere Dios que yo haga?" Eso es pasión.
No puede haber reservas. Hasta que hagamos el compromiso final de obedecer a Dios en todas las circunstancias, habrá limitaciones en nuestra mente. Nos gusta trazar una línea y concluir que podemos ser obedientes solo hasta ese punto. Pero si Jesucristo es el Señor de nuestra vida, no podemos trazar una línea y decirle que vamos a obedecerle cuando queramos. Si lo hacemos, Él no es Señor de nuestra vida, sino nosotros mismos.
Cuando tenemos la pasión de obedecer a Dios, las preocupaciones y ansiedad disminuyen. ¿Qué tenemos que temer si el Dios soberano que nos ama, salvó, y vive dentro de nosotros tiene el control de nuestras vidas? Cuando obedecemos a Dios y andamos en Su Espíritu, Él asume la responsabilidad de todas las consecuencias de nuestra obediencia.
No estoy diciendo que no tendremos luchas, porque el compromiso de obedecer a Dios ofrece retos. Pero si el deseo de nuestra alma es la obediencia total, podemos aprender de nuestros fracasos y seguir adelante.
Pasión por servirle.Oímos de personas que tienen un corazón de siervo o el don de servicio, pero la verdad es que Dios ha determinado y dispuesto que todo creyente debe ser un siervo (Ef. 2:10). El apóstol Pablo, un hombre que tuvo una gran pasión por Cristo, experimentó hambre, frío, peligros, prisiones, golpizas y naufragios, para ser un siervo (2 Co. 11:23-27). ¿Por qué pudo soportar todas estas cosas? Porque estaba motivado por la gratitud y por una visión del gran propósito de Dios.
Talvez nuestra experiencia de conversión no fue dramática como la de Pablo, pero Jesús también nos ha rescatado. Él nos salvó del naufragio, de la ruina y de la destrucción eterna de nuestra vida. Es probable que no tendremos que enfrentar frío, hambre o naufragios en nuestro servicio a Dios, pero sí experimentaremos pruebas que nos acercarán más a Cristo. El gran propósito de Dios es que tengamos un estilo de vida que le glorifique, para que el mundo conozca a Jesucristo como Salvador. Tenemos la comisión de compartir el evangelio y de capacitar a otros creyentes (Mt. 28:19, 20), y hemos sido exhortados a tender la mano a los necesitados (Mt. 25:35-40).
Servir al Señor con pasión requiere hacer uso de Su fortaleza, no de la nuestra. Cuando el Señor nos llama a hacer algo para Él, ya sea acomodando a quienes vienen a la iglesia, enseñando, predicando, cantando, testificando, o siendo padres piadosos, tenemos el poder de Dios fluyendo a través de nosotros. El Señor nos da dones para hacer lo que Él nos llama a realizar. Los dones de Dios son un regalo especial que Él da a Sus hijos para que sean siervos todos los días. Es posible que necesitemos alguna capacitación, o que tengamos que aprender cosas nuevas, pero nunca debemos dudar de la capacidad que tiene Dios de fortalecer a Sus hijos. Si Dios quiere que hagamos algo, Él nos equipará para que lo hagamos.
Pasión por proclamarle. Es tentador leer la Gran Comisión y proyectar, de modo consciente o subconsciente, esa orden a los pastores y misioneros.
Podemos decirnos a nosotros mismos que no somos predicadores ni maestros, pero la Biblia dice que una vez que hemos sido salvos, tenemos la comisión, como soldados de Dios, de hablar a los demás del Señor. Podemos tomar la decisión de no mencionar el nombre de Jesucristo, porque pensamos que eso pudiera hacer sentir incómodo a alguien, o causarnos un poco de vergüenza. Pero, ¿es posible no decir nada de Alguien que fue crucificado por nuestros pecados, y que se levantó de la tumba para darnos la esperanza de que nosotros, también, seremos resucitados? El Señor debe estar siempre en nuestra mente y en nuestros labios.
La pasión por proclamar a Cristo nace de la gratitud que tenemos por lo que Él ha hecho por nosotros. Pablo, cuando daba su testimonio, compartía con frecuencia la historia de su conversión, no porque algo de él fuera digno de la salvación, sino por causa de la gracia y el amor de Dios. La gratitud y la admiración temerosa de esa experiencia, motivaban a Pablo a compartir el evangelio con los gentiles. Pero algunos creyentes, con muchos años en el evangelio, consideran como cosa natural su salvación; no se maravillan del gran regalo que significó para Dios el redimirnos.
No hace falta más gracia para salvar a un homicida, a un terrorista, o a un ateo convencido, que la que se necesita para salvar a un niño. El pecado nos ha separado a todos de Dios, pero Él decidió alcanzarnos y hacer por nosotros lo que no podíamos hacer por nosotros mismos: Salvarnos de nuestro pecado y darnos la vida eterna. Eso debe motivarnos a querer compartir la verdad con los demás. Cuanto más aprendamos de Jesucristo, más testificaremos de Él. Un creyente consagrado, comparte lo que sabe acerca de Cristo.
Nuestra motivación debe ser glorificarle a Él. "Glorificar a Dios" suena como algo confuso, pero significa la plenitud de toda Su grandeza Su esplendor; hermosura, fulgor y poder son todos parte de Su gloria. Nuestro propósito ha de ser el vivir nuestras vidas de manera que siempre estemos señalando a las personas el camino para encontrar a Dios, y que Él sea glorificado. Dios nos dio la vida, no para nosotros mismos, sino para Él, a fin de que el Señor sea glorificado a través de nosotros. ÁAy de las personas que están viviendo para sí mismas, subiendo por la escalera del prestigio, de la notoriedad, de la fama y de la riqueza! Cuando lleguen a la cima, se vendrán abajo porque no hallarán nada de valor. Lo único importante es una buena relación con Dios.
Cristo está viviendo dentro de nosotros en la presencia y en el poder del Espíritu Santo. Tenemos a nuestra disposición el poder sobrenatural de Dios, y podemos conocerle a Él de una manera más excelente e íntima, en lugar de tener la relación superficial que muchos creyentes aceptan. Dígale al Señor que usted ha decido, en este día, comenzar a conocerle realmente, obedecerle, servirle, y proclamarle; dígale que tiene una pasión por Él. Su vida está a punto de comenzar a volverse emocionante.
Bievenidos
Hace 15 años