Dar Ayunar y Orar

Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público" (Mateo 6:6).


En Mateo 6, Jesús trata sobre tres disciplinas importantes para el cristiano: dar orar y ayunar.

Motivo para dar (Mateo 6:1,2)
El atender a los pobres era una práctica común en la época de Cristo.
El Antiguo Testamento mandaba a los israelitas a que ayudaran a los pobres (Levítico 19:9,10). Muchas comunidades tenían funcionarios que recogían y dinero y cosas materiales para darles a los pobres.
Para los judíos devotos, el ayudar a los demás era parte importante de su vida social y religiosa.
Fue del asunto de ayudar a los pobres de lo que trató Jesús en Mateo 6:1-4.

La "limosna" tiene que ver con cualquier acto de bondad que se haga para los demás por misericordia y amor.
Jesús indicó que a veces las personas dan para "ser vistos". Quieren atraer la atención sobre sí mismos por sus actos de bondad hacia los demás, asegurándose de que otros sepan cuan generosos son.
Otros pudieran dar por orgullo. Aun cuando la gente no se entere de lo que dan, su propia evaluación exaltada de sí mismos hace que se sientan superiores a los demás.
Por último, algunos pudieran dar porque quieren que quienes reciben se sientan obligados con ellos.
Pero todas esas actitudes están en contra de la enseñanza de Cristo respecto a nuestra generosidad hacia los necesitados.
Hay una diferencia entre el dar para bendecir a los demás y agradar a Dios y el dar para alcanzar el respeto, la notoriedad y el placer que puede concedernos el dar. Debido a ese peligro, Jesús les dijo a sus discípulos que se "guardaran" respecto a sus obras de misericordia. Quería que se fijaran más en sus actitudes que en sus hechos.
Los fariseos de la época de Cristo comúnmente les daban publicidad a sus actos de generosidad para mostrar cuan justos eran.
El dar con hipocresía es dar llamando la atención hacia sí mismo y no un deseo de aliviar la necesidad humana.
Jesús les dijo a sus discípulos: "No hagas tocar trompeta delante de ti."
Aunque es probable que Jesús no estuviera refiriéndose al verdadero toque de trompeta, se refería al acto de llamar la atención sobre sí mismo.
Jesús les advirtió a quienes dan de esa manera que perderán su recompensa.
Los que no hacen caso de la enseñanza de Cristo sólo se engañan a sí mismos.
Mientras buscan el aplauso público, se pierden lo más importante la recompensa de Dios en este siglo y en el venidero.
En Mateo 6:3, Jesús resumió su método de dar.
Él dijo: "No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha."
Su método de dar incluye secreto.
Pudiéramos maravillarnos ante la imposibilidad de dar según las instrucciones de Jesús. Pero Jesucristo quiere que sus discípulos den de tal manera que no se vanaglorien de sus buenas obras ni de sus sacrificios.
En otras palabras, no debemos dar publicidad a nuestras dádivas ni estar recordando nuestra generosidad.
Sin embargo, el silencio y la privacidad al dar no quiere decir que nunca se verá nuestra generosidad.
El Señor la reconocerá y nos recompensará por nuestra generosidad (v. 4).
Aun el dar en secreto puede tener malos motivos , sobre todo si hemos dado únicamente para recibir una bendición.
Jesucristo quiere que nos aseguremos de que damos para agradar al Señor y ayudar a alguien.
Dios recompensará esa forma de dar.

En las sinagogas de la época de Cristo, se acostumbraba que un hombre dirigiera la oración en público de pie delante de la congregación.
Como los judíos oraban tres veces al día, también era común ver a alguien de pie en una calle a la hora de la oración, con el rostro en dirección al templo, y orando.
Jesús no condenó esas oraciones públicas.
La oración es la forma en que conversamos con Dios.
Dios nos ha ordenado que le presentemos nuestras necesidades.
Mediante la oración, hallamos fortaleza para afrontar las dificultades de la vida.
Si no tenemos cuidado, la oración pública puede emplearse fácilmente para demostrar cuan "espirituales" somos.
Quienes escuchan nuestras oraciones pudieran pensar que tenemos una relación especial con Dios.
A veces se le ha llamado a la oración "el más elevado empleo del lenguaje humano", "la armadura para la batalla"o "el alma de rodillas".
El consejo de Jesús respecto a la oración se oponía al abuso de la oración por parte del fariseo.
Jesús enseñó a sus discípulos a que oraran en secreto (v. 6).
A fin de subrayar la importancia de nuestra comunión con Dios, Jesús le dijo a cada uno de sus discípulos que entrara en su "aposento" y que cerrara "la puerta".
Una puerta cerrada muestra que debemos interesarnos más en que Dios nos escuche que en que los demás nos escuchen orando.
Entonces cuando oremos, nuestro Padre "que ve en lo secreto" nos recompensará "en público".
¡Jesús no prohibió que se orara en público.
La Iglesia primitiva también oraba públicamente.
Pero la oración pública nunca debe convertirse en espectáculo para impresionar a los demás.
Más bien, en nuestras oraciones públicas, necesitamos el toque de Dios para las necesidades de los demás.
La eficacia de nuestras oraciones no es resultado de nuestras palabras sino del hecho de que hemos pasado tiempo con Dios en la oración privada.
Dios no contesta nuestras oraciones basándose en la extensión ni en la repetición. La repetición caracterizaba las oraciones de los paganos en la época de Cristo.
Los paganos repetían los nombres de sus deidades en sus oraciones.
Esos paganos esperaban que la extensión de sus oraciones les ganara el favor de su dios.
La enseñanza de Jesús no prohíbe que se ore más de una vez por las necesidades.
Eso sería contrario a su parábola de la viuda insistente en Lucas 18:1-8.
Él mismo pasó toda una noche en oración (Lucas 6:12).
Lo que Jesús condenaba era una actitud del corazón, la creencia de que se nos oirá gracias a lo extenso de nuestras oraciones. Cuando eso motiva nuestra oración, nuestro esfuerzo pierde de vista el propósito que Dios tuvo para la oración.
Tal como hizo con el asunto de dar, Jesús pasó de lo que no es la oración a lo que sí es la oración.
Lo hizo presentando un modelo de oración que se conoce hoy comúnmente como el padrenuestro.
Dios es la fuente de las respuestas a nuestras oraciones.
La frase "santificado sea tu nombre" reconoce la santidad de Dios.
Como Dios es santo, no debemos acercarnos a Él irrespetuosamente.
Él es el Dios soberano sobre toda la tierra.
Aunque podemos ir ante su presencia, debemos hacerlo con reverencia.
Aunque el reino de Dios está en nosotros (Lucas 17:21), un día Dios establecerá su reino eterno.
Se indican esos dos aspectos en la petición de Cristo en el versículo 10.
Cuando oramos "venga tu reino", queremos que su reino se manifieste en el corazón de nuestros familiares y amigos inconversos.
Pero también anhelamos el día en que el gobierno de Dios se extenderá por toda la tierra. Entonces no habrá más tristeza ni dolor.
En Mateo 6:11-13, Jesús exhortó a sus discípulos a que confiaran en Dios día a día.
La frase "el pan nuestro de cada día" significa algo más que el alimento.
Dios es la fuente de todo lo que necesitamos.
El pecado impide que tengamos una buena relación con Dios.
Pero Dios ha provisto un medio para que seamos limpios de pecado: pedirle a Dios que nos perdone nuestro pecado (v. 12).
Cuando servimos a Cristo, pronto descubrimos que nuestra oración pidiendo perdón incluye a los demás. Nuestra petición de perdón está modificada por la frase "como también nosotros perdonamos a nuestros deudores".
Si no estamos dispuestos a perdonar a otros, no tenemos ningún derecho de pedirle a Dios que nos perdone.
Debemos reconocer nuestras propias debilidades y pedirle a Dios que nos aparte de las cosas que pudieran llevarnos al pecado (v. 13).
Para que sea eficaz nuestra oración, no podemos tener un espíritu implacable (w. 14,15). Jesús volvió a tratar el asunto de nuestro perdón a los demás.

El tercer asunto que Jesús tratófue el ayuno.
Al igual que en cuanto al dar y al orar, Jesús no criticó la práctica del ayuno, sino el motivo incorrecto de su abuso.
La ley mosaica exigía un ayuno anual el día de la expiación (Levítico 16:29,31), aunque muchos fariseos ayunaban dos veces a la semana.

Los fariseos redujeron la práctica del ayuno a un exhibicionismo de cuan buenos y justos eran. Cuando ayunaban, demudaban su rostro, se echaban cenizas en el cabello y se negaban a lavarse la cara.
La apariencia de los fariseos durante sus ayunos sólo tenía el propósito de atraer la atención a su piedad.
El día de la expiación, el ayuno era indicio de humildad respecto a la confesión de pecado.
De igual manera, el ayuno de hoy implica abnegación para concentrarse en Dios y creer humildemente en que Él actúe a favor de nosotros.
La palabra clave en la enseñanza de Jesús es "secreto": no darle entender a nadie que se está ayunando.
El único que debe saber que estamos ayunando es el Señor. Si seguimos los principios del ayuno establecidos por Jesús como se muestran en el Sermón del Monte, dejaremos pocas posibilidades de ceder a la tentación de buscar la gloria de nosotros mismos.
Y en el proceso, recibimos la recompensa que el Señor tiene para nosotros.

No permita que el enemigo le impida servir con eficiencia a Dios.
Si fracasa en sus intentos por servir con motivos bíblicos, pídale a Dios que lo perdone. Aproveche su fracaso como una experiencia de aprendizaje y siga sirviendo a Cristo con excelencia.
 

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