1ª Samuel 4:1-18
El pueblo de Dios está en guerra con un enemigo que trata de destruirnos. Una guerra espiritual, pero real. Cuando somos derrotados.
Cuando las cosas no van bien, nos acordamos de Dios.
Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de Jehová, para que viniendo entre nosotros nos salve de la mano de nuestros enemigos.
Israel gritó con tan gran júbilo que la tierra tembló.
Israel celebró la victoria de antemano. Anticipadamente.
Y los filisteos tuvieron miedo. Conocían el poder de Dios. Y temían a un pueblo santo.
Pero: Israel fue vencido, y huyeron cada cual a sus tiendas; y fue hecha muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie. Y el arca de Dios fue tomada, y muertos los dos hijos de Elí, Ofni y Finees.
¿Qué ocurrió?
El pueblo depositó su fe en su religión. En el Arca del pacto, no en el Dios del pacto.
Los siervos de Dios. Los ungidos, ministraban en la carne.
1ª Samuel 2:12-17.
Además, había un hombre de Dios, UNO. Que hablaba en nombre de Dios.
1ª Samuel 4:1
Y Samuel habló a todo Israel.
Pero nadie le oyó.
Dios es un Dios de amor y misericordia, pero también es santo y justo. Y demanda que su Palabra sea tenida en cuenta.
Si hubiesen oído a Samuel, si hubiesen tenido en cuenta las Palabras de Dios. No habría habido mortandad entre el pueblo.
Hoy pasa lo mismo. Muchos se van al infierno oyendo a falsos profetas que sólo se ocupan de sí mismos. Y aún creen que pueden esperar la ayuda de Dios.
Miremos bien a qué tipo de siervo seguimos. Miremos su vida. Su testimonio. Su santidad o su pecado.
Renunciemos a la religión y convirtámonos al Dios vivo y verdadero. Volvámonos a la Palabra de Jehová para obedecerla.
Bievenidos
Hace 15 años