Hace muchos años hubo un profeta que se llamaba Jonás.
Si, aquel que pasó tres noches en “El Gran pez” .
Pues Jonás se enojo con Dios un día porque lo consideró incoherente, inconsecuente y contradictorio. Al enviarlo a Nínive con un mensaje de destrucción y perdonar luego a todos sus habitantes para se arrepintieron de su maldad. ¿Tienes acaso razón para enojarte?
Le preguntó Dios al ver su estado de ánimo y comprobar que estaba tan enfadado que lo dejó plantado y se marchó sin decir palabra . ¿Tienes acaso razón para enojarte?
Volvió a preguntar Dios con paciencia en un nuevo y posterior encuentro con su irritable siervo . ¡ Tengo razón para enojarme hasta la muerte respondido Jonás dandose a la ira acumulada . Es curioso pero Dios no destruyó de un soplo a jonas al contrario, optó por dialogar.
Le dio sus razones pues no se podía perder de vista que lo mandó con un mensaje contundente que era un aviso serio pero con la sana intención de perdonar.
Hasta se lo ilustró con una planta que nació y despareció en veinticuatro horas . Por último le dio tiempo, por lo menos eso parece indicar la manera en que acaba el libro. Como si Dios, después de haber puesto a su alcance los elementos necesarios para aceptar la situación, le diera tiempo y ocasión para asimilar todo aquello. Tal vez las muchas cosas de Dios que no entendemos nos producen malestar y ocasionalmente hasta enojo.
En cambio es bueno decirle con toda sinceridad lo que sentimos, sin reservas a Dios
¿No crees que quien pudo perdonarnos y salvarnos también tendrá la capacidad para comprendernos?
Bievenidos
Hace 15 años