La Viuda de Naim

La ViudadeNaim

(2ª Cor 9: 6-11 - Lc 7: 11-16)

En aquel tiempo: Sucedió que Jesús se fue a una ciudad llamada Naim, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre.
Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: “No llores.” Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: “Joven, a ti te digo: Levántate.” El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: “Un gran profeta se ha levantado entre nosotros”, y “Dios ha visitado a su pueblo”. Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.
Esta mujer de Naim, fue golpeada por la muerte en dos oportunidades. La primera, con su esposo, por eso era viuda: y la segunda con su hijo único. Por eso su dolor era doble, y estaba llorando con profunda tristeza.
El Señor, viéndola, inmediatamente “tuvo compasión de ella” y sin pedirle nada, ni examinar su fe, como es costumbre en Él, le dijo: “No llores”, se dirige a la mujer con cariño, es una muestra del amor del Señor a la gente que está sufriendo. Y sin esperar ninguna respuesta de ella, se dirigió directamente al hijo y dijo: “Joven, a ti te digo, levántate”, acá habla con poder, con toda la autoridad que tiene sobre la muerte. Por eso dio orden: “Levántate”, pues era consciente de Su Poder Divino.
Quiero detenerme para meditar con ustedes el milagro de hoy; en este día en el cual celebramos, el día de la Madre.
La compasión que sintió el Señor por esa madre viuda que había perdido a su hijo.
Y como dijimos, el Señor no le preguntó nada, ni sobre su fe, ni su nombre, ni su raíz, ni su raza.
Su dolor era tan fuerte, que el Señor resumió toda su obra redentora en este milagro, al resucitar al hijo de esta madre. Aquí tenemos un indicio claro de que Cristo hizo el milagro por la madre)
La maternidad y la paternidad son imagen de la paternidad de Dios.
No es suficiente que una mujer de a luz para que sea madre. Sino tiene que acompañar a su hijo en toda su vida.
Ella da a su hijo una buena educación para que merezca ser llamado hermano del Señor Jesucristo e hijo de Dios por gracia.
No es suficiente ser una persona buena para la sociedad. Sino insistimos en ser un buen cristiano. Porque al fin, nuestro propósito en la vida es liberarnos de la muerte y obtener la resurrección; y estar en la presencia de Dios para participar, con Él, de Su Reino Celestial.
Y si no llega a esta condición, seguiría muerto y su madre continuaría llorando por él.
Después de este milagro de hoy, la tristeza no es sólo que la madre pierda a su hijo; pues esto es algo temporal. Pero la mayor tristeza es si la madre no puede ser causa de la resurrección de su hijo, como fue la madre del evangelio de hoy.
 

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