Romanos 8:37
Muchos no tienen el valor de persistir en la guerra de Dios porque se aferran a algo que es incongruente con la luz que han recibido.
Quizá, pierden la luz sobre la que no han actuado, y Satanás puede llevar a la mente de ellos bajo las tinieblas de sus buenas razones para que se queden donde están sin conquistarle más territorio.
La armadura debería ponerse antes de la batalla, no justo cuando comienza.
Es cosa sumamente seria librar la batalla de Dios contra Satanás.
Es una cosa sumamente solemne que mi actividad es vencer a Satanás.
Cuanto mayor sea la energía del Espíritu, tanto más la persona en quien se manifiesta queda expuesta a la furia de Satanás.
No es solo que no deberíamos ser vencidos por Satanás, sino que deberíamos estar siempre ganándole terreno.
Un nuevo lugar trae nuevas tentaciones pero si las tentaciones son nuevas, la gracia es siempre tan nueva, tan variada y tan infinita para confrontarlas cuando estamos donde Él quiere que estemos.
Fue por el poder de la muerte que el Señor destruyó todo el poder de aquel que tenía el poder de la muerte.
La muerte es la mejor arma en el arsenal de Dios, cuando es blandida por el poder de la vida.
No hay lugar donde el conflicto se sienta tanto como en la oración: ahí es donde Satanás quiere inmiscuirse.
Si un cristiano deja de depender del Señor, será vencido por Satanás en el conflicto.
Moisés, Aarón y Hur suben a la cumbre de la colina, e Israel bajo Josué lucha en la llanura al pie contra Amalec. Israel pudiera haber razonado acerca de cómo luchaba, acerca de la fuerza de su enemigo, y de otras diez mil cosas; pero, en realidad, su éxito dependió de que las manos de Moisés estuvieran alzadas.
Nos es muy difícil vernos a nosotros y a Satanás como nada, y que Dios es todo.
He. 2:18. Él padeciónunca cedió.
Nosotros no sufrimos cuando cedemos a la tentación; la carne tiene placer en las cosas en las que es tentada.
Jesús padeció siendo tentado, y Él es poderoso para socorrer a los que son tentados.
Es importante observar que la carne, cuando actúa siguiendo sus deseos, no padece al ser tentada, se goza. Pero cuando, según la luz del Espíritu Santo y la fidelidad de la obediencia, el Espíritu resiste los ataques del enemigo, tanto si son sutiles como si es persecución, entonces uno padece.
Así fue con el Señor, y esto es lo que tenemos que hacer.
Mi dicha, oh Señor, contigo.
Es de largo tiempo guardada
Para aquel día bendito cuando te veré,
Y todo el conflicto su fin verá.
Bievenidos
Hace 15 años